Un nuevo mundo (III)
La primera vez que duermo en una cama que no es la mía siempre tengo la sensación de que duermo mejor. Me despierto despejado y antes de que suene el despertador. Debe ser que cada vez que duermo en una cama que no es la mía estoy tan fundido que duermo como un ministro en jornada laboral.
La luz azulada de la mañana entraba por la ventana abierta. Inspiré profundamente y eché mano al paquete de tabaco. Un segundo después me di cuenta de que había dejado de fumar. Me quedé mirando al techo, sorprendido de cuán automático es el hábito de fumar. Pues yo tenía mono. Algo tenía que hacer.
Me levanté a desayunar y me preparé cinco tostadas con matequilla y mermelada. Y un vaso de zumo. Y un bocadillo de anchoas. Y dos yogures. Hay que empezar bien el día. Y un café. Cargadito. Ale, a la ducha. Salgo de la ducha y el gandul éste aún sigue sobando como un bendito. ¿Cuánto duerme un compracosas?
Como ya no fumo y necesito tener las manos ocupadas, rebusco en los armarios y encuentro un bote de bicarbonato. Supongo que será de Al. A lo mejor tiene ardores de estómago. Vierto un buen puñado dentro del bote de zumo y lo tapo cagando leches. Cierro fuerte y me pongo a leer un buen libro en la tablet tumbado en el sofá.
Al cabo de media hora decido que ya va siendo hora de ir moviendo el culo. Son casi las 10 de la mañana y el hijoputa este sigue sobando cosa excelsa. Con mucho sigilo voy hasta su habitación, abro la puerta muy despacio y me conmuevo al ver cómo duerme la criatura en posición fetal, abrazadito a la almohada. Me da tanta ternura que salgo de la habitación y cierro la puerta con todo el cuidado del mundo. Una vez cerrada, y con toda la ternura que llevo dentro, me pongo a aporrearla como un desgraciado. Dentro se oye un grito y sale un Al blanco como la pared y respirando agitadamente.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
-Que me aburro, macho. ¿Salimos a dar una vuelta o algo?
-¿Has… has sido tú el de los golpes?
Y que me tenga que pasar así día tras día. Dos en el apartamento. Él y yo. Él no ha dado los golpes. Yo estoy frente a su puerta. Él está en calzoncillos y yo vestido desde hace un buen rato.
-No. Habrá sido mi clon malvado. Venga, mueve el culo que tenemos que ir a la Zona Marrón.
-¿A dónde?
-A Brainrotten & Fugue, ¿no? Por ver si terminamos antes de un año. Venga, desayuna y vámonos. O vámonos y desayuna. Pero mueve el puto culo ya.
-Se supone que yo estoy al mando aquí.
-Y que sabías comprar empresas. Fallando en la primera suposición, es fácil hacer caer las demás.
Se enfurruña y se mete en la ducha. 5 minutos después sale un tío afeitado, encorbatado y trajeado. Y sin legañas. Ole. Para eso sí que es eficaz el jodío. Se va a la nevera y saca el zumo. Me lo quedo mirando fijamente. Él me mira. Yo le miro. Al mantiene la mano sobre el tapón, sin moverlo. Me mira. Le miro. Palpa el cartón del zumo. Lo nota hinchado. Me mira. Me encojo de hombros. Abre el tapón sin más miramientos y empiezan a salir espumarrajos del brick con cierta soltura, decorando corbata, camisa, americana y pantalón.
Al blasfema en la lengua de Chéspir, deja el cartón en la mesa, aún manando espuma. Se apoya con ambas manos y, mirándome muy seriamente me dice:
-¿Has sido tú?
-No, ha sido el de la puerta, seguro. Deberías vigilarlo. Te espero fuera, cariño.
Salgo a que me de el aire. Llamo a MKII.
-Sistemas, buenos días, le atiende El Máquina II, ¿en qué puedo ayudarle?
-Macho, ¿tú miras alguna vez la pantalla del móvil para ver quién te llama?
-No. Da mala suerte.
-Estás apañado. A ver, sangre de plomo, ¿mandaste material para acá?
-Pues claro. ¿Con quién te crees que estás hablando?
-Por eso lo pregunto. ¿Llega hoy?
-Antes de las 10 de la mañana. Y son las… 10:45. Así que ya debería estar allí. ¿No lo has recibido?
-No hemos salido aún de nuestro nidito de amor. No veas tú lo que duerme el colega.
-¡Vives a cuerpo de rey!
-No tendrás los santos cojones de cambiarte por mi.
-¡Jajajaja!
-Yo también me río por dentro, cerca del páncreas. Hijoputa. ¿Y Flash, qué hace? ¿Le has dado un PC con Windows 95 para que reinicie?
-No, está en tu puesto.
-Dime que no es verdad.
-No iba a montar un equipo para él. Y no está usando tu usuario ni nada, ¿eh?
-Pero a que le has dado permisos de administrador.
-Claro, para que…
-Que se quite de mi puesto.
-¿Qué más te dará?
-El bolígrafo, el coche, la mujer y el PC no se prestan. Punto.
-Mañana le…
-Ahora. Mi ordenador va a sufrir un apagado preventivo. Así que ya lo estás quitando de ahí y le pones un puesto. Y si puede ser, no lo pongas ni en el mismo switch que mi ordenador. Mejor. No lo conectes a la red. Que reinicie.
-Ha mejorado mucho, chachondo.
-¿Ah, si?
-Sí.
-¿Ya sabe administrar una calculadora de ocho dígitos?
-No veas cómo aprende. Está con las políticas de grupo ahora.
-¿Y le has montado un entorno de pruebas?
-No, está mirando las políticas de producción
-Con permisos de administrador. Pues ya puedes hacerle un placaje que algo ha roto. Fijo.
-Hostias.
-Exacto. Que ese no mira.
-¿Flash? ¿Qué haces?
-Nada, oye, ¿cuántos policías de dominio tenías?- se oye a Flash de fondo.
-¿Policías?-pregunta el inocenón de MKII con su voz trémula de tener mucha caquita.
-Que se ha llevado por delante no menos de dos políticas del dominio. Que lo sepas.
-¡Te dejo, te dejo! ¡Flash! ¡Que sólo ibas a mirar, cojones!
-¡Ya pero…!
Cuelgo. No quiero saber más. Sólo a MKII se le puede ocurrir darle permisos de administrador a Flash en un entorno de producción. Yo le quitaría el botón [C] de la calculadora de modo preventivo, pero claro, seguro que me llaman paranoico. En fin, bastante tengo yo con lo que tengo. Apago mi ordenador y respiro hondo. Echo de menos un cigarro en las manos, así que me pongo a matar el tiempo tirando pájaros con un tirachinas contra piaras de cerdos verdes. En ese momento sale Al cambiado de ropa y nos vamos para el coche. Conduce en silencio hasta Brainrotten & Fugue.
No abre la boca en todo el camino, la criatura. Cuando ya se divisa la empresa a lo lejos, rompe por fin su dolido silencio.
-Cuando llegemos, tú deberías…
-Porque tú te vas a almorzar con los jefes-, le interrumpo. Ya le voy cogiendo yo el aire a este.
-Es una reunión de trabajo.
-Claro, claro. Beber antes de mediodía está mal visto. Por si te tienes que reunir mucho y tal. Yo voy a ir adelantando trabajo. Me refiero a eso por lo que se supone que nos pagan. Yo es que soy muy tradicional.
-No me gusta tu actitud.
-Bueno, si te paras a pensar, la tuya no es que me encante precisamente. Gracias a ella estamos en el culo del mundo y vamos a sufrir como desgraciados. ¡Pero mira mi sonrisa! ¿La ves?
-Vale. Ya. Sé pillar el sarcasmo.
-Y lo aprendiste en un master. Seguro.
Decido no estrangularle. Puede que me sea útil más adelante, cuando me atrinchere en el edificio con una recortada y necesite comer algo. Dicen que la carne de caballo está buena. La de burro no tiene que ser mala.
Llegamos al edificio. Abro la puerta de la empresa de un empellón.
-¡MUY BUENOS DÍAS!- grito a todo pulmón.
Monste Truosa pega tal respingo que el café que estaba en la mesa adquiere la capacidad de levitar.
-¿Pero es que estás tonto o qué cojones te pasa?
-¡No! ¡Es un día maravilloso! ¡El sol brilla en alguna parte! ¡Hay gente feliz en algún sitio! ¡Y nosotros estamos aquí! ¡En Brainrotter & Fugue! ¡La mejor empresa que hay entre estas cuatro paredes! ¿No es maravilloso?- Pestañeo grácilmente, pero hace una mueca de disgusto mientras restriega el café que le ha caído en esa… ¿falda?
-Ha venido un transportista preguntando por tí.
-Sí, traían los ordenadores. ¿Dónde los ha puesto?
-Le he dicho que tú no trabajas aquí y que se lo llevase.
Reprimo las ganas de abalanzarme sobre ella, tirar de las cejas y desvelar si debajo de esa piel de verdad hay un humano o está Poopey agazapado esperando a hacerse caca encima.
La miro. Me mira. La miro. Chasquea la lengua.
-Fíjate. Te tenía yo por persona de ingenio vivo y picaresca actitud, florecido pimpollo-, le iformo. Me mira bovinamente. $Deity. Esos ojos son opacos. Mates.- Te regalan un camión entero de ordenadores y lo rechazas porque yo no estoy en nómina.
Se me queda mirando sin abrir la boca. De hecho frunce mucho los labios. Saco el teléfono y llamo a MKII.
-Sist…
-Soy Wardog. Ha habido un inconveniente con la entrega del material.
-¿No ha llegado?
-Sí, pero se han encontrado con un inconveniente. Como de…- miro a la recepcionista de arriba a abajo- como de metro cincuenta y ochenta kilos.
-No entiendo.
-Ni falta que te hace. Localiza al transportista y que vuelva.
-¿Y cómo hago yo eso?
-Con la corbata.
Clic.
Al entra por la puerta, maletín en mano y sonrisa en ristre. Cuando le veo así, entiendo cómo es que puede tener trabajo. El tío desprende un aura que dice «ey, soy bueno». Es como la colonia. Huele bien, joder. El problema es que sabe a mierda
-Buenos días-, dice, luciendo ortodoncia. -Señorita… ¿Truosa?
-SiiiIIIIiiih… ¿En qué puedo ayudarle?- Flipa. Aquí el bicho pierde las bragas, supongo que de esparto, cáñamo fruncido y/o encaje de papel de plata por Al Right. Wow.
-¿Podría llamar al director general, al gerente y a su ayudante, por favor?
-Claaaro…. claaaaro…. ¡jijijiiji!
Asisto atónito a la escena. Él la mira con cara de Cary Grant. Ella, arrobada como una foca leopardo. Se palpa la tensión, brillan las sonrisillas, love is inthe air…
-¡Chica! ¡Pero llama a esa gente!- le sugiero con mi mejor sonrisa. Pero no funciona. Monste Truosa me dedica una mirada fulminante y se pone a marcar números.
Al espera pacientemente a que bajen los señores mandamases de la empresa. Me coloco a su lado imitando su postura. Enseguida me canso. Hay cosas para las que hay que valer.
Al cabo de un rato bajan los tres primeros figuras de la empresa. Apretón de manos al gominas, estrujón que me da el jefazo y una pescadilla del gerente. Odio las pescadillas, pero el gerente me cae bien.
Al sugiere discutir el plan de ataque con ellos mientras almuerzan y yo voy «preparando el terreno». Pero qué hijo de puta. Los tres figuras aceptan encantados, por supuesto. Y yo sin ordenadores. En fin. Empecemos.
Me echo la mochila al hombro y me dirijo a las escaleras. La señorita Truosa, toda amabilidad y buenas maneras, consigue detenerme con el trino de su dulce voz. Dulce, dulce como lo marrón de la hierba en Asturias.
-¿A dónde te crees que vas?
-A trabajar. Es eso que hace uno para que le paguen.
-¿Aquí?
-Sí.
-De eso nada.
-Que sí, cariño.
-Que no, que no. Que tú no puedes entrar aquí.
-Claro que puedo, mujer. Mira-. Y subo las escaleras. Al llegar al primer descansillo miro hacia atrás y le digo- ¿ves? ¡Sí que puedo!
-¡Voy a llamar a seguridad!
-Vale. En lo que les llamas, contratas el servicio, te asignan guardias y tal, yo voy trabajando, y si tienes una pega, hablas con el de la brillante sonrisa. Si te parece.
Bufa y se mete derrapando detrás de su escritorio y aporrea el teléfono. Susurra. Una de dos: o está preguntando si puedo trabajar a sus jefes, o está previniendo a los de arriba. Da igual. Me recoloco la mochila y subo. Lo primero es lo primero, claro. Me tengo que hacer una copia de los datos de todos los servidores. De los 76, porque aquí cada equipo es un servidor en potencia. Y hacer un inventario del software que tenga esta gente y que necesitaré después.
Abro la puerta de la oficina y me sorprende no oír el jaleo típico de una oficina en una fábrica. No hay voces, no hay ruido de impresoras, ni de teclados ni de ratones. Todos están en sus puestos y me miran. Montse no llamaba a los jefes.
Vale. A lo mejor lo que quieren es comerme. O me atacarán todos a la vez para neutralizarme y evitar que trabaje. Al ver que están congelados aprovecho y me saco un café de la máquina. Me miran mientras la máquina prepara el caldo. Me siguen con la mirada mientras me paseo por el distribuidor.
Siguen mirándome en medio de ese silencio sepulcral mientras me lo tomo. Les falta tener el pelo blanco y los ojos rojos. Me termino el café y tiro el vaso a la papelera. Me miran mientras vacío una mesa y la arrastro hasta el distribuidor de la máquina del café. En silencio. Le pido al luser a quien le acabo de quitar la mesa que me ceda la silla. Se levanta y me mira en silencio. A que están en plan Ghandi…
Monto mi portátil y lo conecto a la red. Escaneo puertos abiertos en los equipos y veo que tienen abierto el 5900. Por lo menos tenían instalado VNC. Llamo a Suprakillminds para preguntar por la contraseña. Es «a». Con dos cojones. Comienzo a recoger ficheros y software. Con calma. Empiezo a volcar todo a un disco duro.
Me levanto mientras se copia aquello. Y la gente en silencio.
-Cuando queráis os acercáis por aquí y os cuento a qué he venido. No muerdo, por mucho que diga la de abajo. Que ya llevo una hora aquí. Me aburro.
Algunos se acercan tímidamente y me miran, aún en silencio. Me presento de nuevo, por si me han olvidado y les doy la mano. Se miran la mano, temiendo, imagino, que se la haya quitado, desenroscado o cambiado el pulgar de posición. Ven que no, que soy humano como sus padres.
-Vengo en son de paz. Tengo la misión de recopilar vuestros datos, inventariarlos, guardarlos, colocarlos en un servidor, fortificar esto, instalar el ERP de Suprakillminds y dejar todo preparado lo antes posible para que empecéis a trabajar con nosotros enseguida.
Silencio.
-Y después, tendré que pegarle fuego a la oficina para cobrar el seguro. Con vosotros dentro.
Silencio.
-Vale, ya lo pillo. No vais a colaborar. Soy el informático malo que viene de la empresa mala a quitaros el trabajo, violar a vuestros animales y matar a vuestras esposas. ¿Pues sabéis qué? Que me da lo mismo. Hay dos formas de hacer esto: la traumática y la peor. Y ahora, si me disculpan vuesas mercedes, voy al coche a por doscientos metros de cable.
Exasperante.
Bajo al coche y me cojo dos cajas de cable de red. Me las echo al hombro y vuelvo. Abro la puerta con el pie y me subo mientras mi amiga la recepcionista intenta desmembrarme con la mirada. Qué maja. Cuando subo a la planta de oficinas la gente sigue más o menos en la misma posición. Dejo caer las cajas de cable y desde mi portátil empiezo a apagar equipos. Los zombis me miran. Cuando ya no se oye ni el zumbido de los ordenadores me levanto, abro la maleta de herramientas y saco varios útiles de corte, destornilladores, alicates, cripmadora y me largo al despacho que tengo más cerca. Empiezo a desmontar cacharros y a tirarlos sin nigún miramiento por la puerta. Un monitor rebota, cae mal y estalla en el pasillo.
-¡Pero hombre! ¿Qué estás haciendo?
-Desmontando-, digo sin mirar a mi interlocutor mientras arranco de cuajo teclado, monitor y ratón de un puesto y arrojo todo al pasillo.
-¿Eso es desmontar? ¡Lo necesitamos para trabajar!
-Ya no.
-¡Pero no se pueden estropear así los ordenadores!
Me paro en seco. Al fin alguien con sangre en las venas. Me levanto y me giro para ver quién es. Un tipo alto de unos 40 años. Me mira como el que mira a una serpiente envarada. Me quiere espantar, pero no se atreve.
-¿Ah no?
-¡No hombre! ¿Y si sirven? ¿Y si hacen falta luego?
-Tú aún tienes enchufado el VHS en casa. O peor. El Beta.
-¿Y si nos hacen falta los datos?
-Los datos no están en los monitores.
-¿Ah, no? ¿No están en los ordenadores que estás tirando por la puerta?
-No. Eso eran periféricos. El ordenador es ésto, mira – y tiro una CPU hacia la puerta procurando que caiga de la peor manera posible.- ¿Ves? Ahí sí hay datos.
-¡Pero bueno!- grita. Me mira como el que regaña a un chico rebelde. Me lo quedo mirando. No parece demasiado idiota.
-Disculpe, señor…
-Me llamo Honorato Paluego.
-¿Es éste su departamento?
-No, yo soy contable. Ésto es administración.
-Vale. Genial. Eso explica por qué quiere guardar ésta basura-, y arranco otro conjunto monitor CRT, teclado y ratón.- Pero resulta que tenemos que sacar 76 equipos de las putas oficinas antes de una hora porque viene un camión entero lleno de ordenadores. Así que, o se me coordinan para sacar los cacharros a un lugar seguro o simplemente habrá que barrer los trozos.
-Pero eso no es tarea nuestra, eso lo tiene que hacer un…
-¡CUERPO A TIERRAAAA! – Grito y lanzo una CPU contra la pared y después, con la otra mano, el resto del puesto. – ¡Voy a descargar las tensiones de toda la semana!
Entro en modo berserker y en menos de 5 minutos han salido por la puerta diez equipos. Si no habéis probado a desmontar así, os lo recomiendo. Salgo sudando y respirando agitadamente. No estoy en forma. La maraña de cables, cristales y trozos de plástico de la puerta forman una trinchera detrás de la cual se refugian mis nuevos lusers. Paso por encima de los cacharros pisando fuerte, para que suene. Aparto una momia humana de la puerta y me saco otro café. Me apoyo en la máquina.
-Señores. Se lo he pedido educadamente. Yo ya tengo una edad. Saquen cada uno su puesto de la oficina. Me da igual lo que hagan con él. Como si se lo quieren llevar a casa. Quiero todos los ordenadores fuera en quince minutos-. Me miran sin saber qué hacer. Se retuercen las manos nerviosos. Le doy un sorbo al café. Vaya tela. – Que os regalo los ordenadores. Ordenadores gratis. Os los podéis llevar a casa. Si uno desmonta dos ordenadores, se puede llevar dos. Todos vosotros os podéis llevar un ordenador si lo desmontáis. Todos menos los gilipollas de administración.
-¿Y quién eres tú para regalar ordenadores?
-El informático.
-¡Haberlo dicho antes, hombre!
Salen corriendo como alma que lleva el diablo y me quedo solo en el distribuidor. La piedra de toque: avaricia. De hecho, se hasta los gilipollas de administración se han largado a saquear. Con mi café aún caliente salgo fuera, a ver cómo salen por recepción. Algunos bajan corriendo como energúmenos cargados como mulas. Mi amiga no da crédito a lo que está viendo. Observa la escena con la bocaza abierta. Mientras la gente baja y vuelve a subir grito:
-¡Los teléfonos también! ¡Y las impresoras!- Un breve murmullo de alegría y comunicaciones entre ellos. Lo que les cunde a los jodíos cuando es cuestión de afanar. Monste me mira, me señala con un dedo rollizo y abre la boca, pero no le salen las palabras. Media horita y la cosa se convierte en un caos. Un luser le quita el teléfono a la recepcionista con absoluta delicadeza: de un tirón por encima del mostrador y se lo lleva corriendo. No contaba con eso, pero bueno, da lo mismo.
En diez minutos todo estaba fuera y la recepción de la empresa llena de gente resollando. Resollando pero felices. Digna de ver era la cara del transportista que entró en ese momento. Volver a una empresa de la que te han echado de malas maneras y encontrarte con un montón de gente resollando y sudando en el hall debe de dar mucho yuyu.
-¡Voy y te firmo!
-¡Hola! Traigo un montón de paquetes ¿lo llevo al muelle?
-No, esta gente tan maja se encarga de descargarte el camión.
-¡De eso nada! ¡Que nosotros trabajamos en las oficinas! ¡A descargar los mozos de…!
-Que cada uno coja un ordenador nuevo y se lo lleva a su sitio, lo desembale y lo coloque en su mesa. A la de YA o empiezo a abrir expedientes por robar material de oficina. ¿O alguno tiene un albarán de lo que ha robado? ¡Vamos! ¡Y me lo desembaláis todo!- Bramo. Lentamente se ponen en marcha y salen por la puerta como corderitos. El camionero abre la caja y me subo para entregar a cada luser su ración de informática correspondiente. Como hormiguitas sacan los 76 puestos y se los llevan para arriba. El resto de cajas las bajamos con la ayuda de un toro y me ayudaron a subirlas tres chavales la mar de majos del almacén que se sorprendieron mucho cuando les invité a café. Según me informan, les habían dicho que había un «jefe nuevo muy hijoputa». Se conoce que yo soy el «jefe nuevo muy hijoputa». Qué poco me conocen.
Todo el mundo estaba atareado sacando sus ordenadores de las cajas y poniéndolos encima de la mesa. Estupefactos. De entre mis cajas empiezo a sacar cacharrería de red y la voy colocando. Saco los antiguos cables de categoría absurda y meto el nuevo cable de categoría 6. Cuando ya llevo una caja de cable gastada me doy cuenta de que un departamento ya tiene cable de categoría 6 instalado. Del mío. Y bien tirado y no he sido yo. Me dedico a buscar mi otra caja de cable y me encuento a un tío con mono de trabajo arrastrándose por el suelo y tirando de mi cable.
-¡Buenos días! ¡Esto no me lo esperaba!
-¡Hola! Pensé que necesitarías ayuda.
-Desde luego. Me ha venido de lujo. Gracias-. Le tiendo la mano- Wardog.
-Muñones. Encantado. ¿Terminamos de tirar y me enseñas a crimpar? Siempre he tenido curiosidad, pero el gilipollas de Flash no me enseñó nunca. Decía que podía romper algo.
-No se lo tengas en cuenta. Es que no sabe él tampoco. Terminemos de tirar entonces.
Si decir ni una palabra más, el tío se agacha y coloca el cable con una finura increíble y con el arte de quien lo lleva haciendo desde siempre, desde los puestos hasta el switch correspondiente. Increíble. Me estoy llevando gratas sorpresas.
Le enseño cómo se crimpan los cables, le doy herramientas y conectores y se marcha por un lado mientras yo voy por otro. Le explico cómo conectar los ordenadores y él empieza por un lado y yo por otro. En 2 horas todos los equipos estaban encendidos y conectados a la red. Muñones me ayuda con las impresoras y las conectamos también. Lo mismo con la teñefonía IP y el puesto de Montse Truosa. Los lusers asisten atónitos a la maniobra mientras colocan papeles al no poder jugar al solitario. Muñones me ayuda con el rack y montamos los servidores, el robot de copias, SAIs, centralita y demás chismología. Cambiamos routers de sitio, conectamos switches, probamos todo y sólo nos fallaron 2 cables. Los arregló Muñones mientras yo instalaba sistemas operativos.
A la hora de la comida ya tenía el servidor copiando los ficheros de instalación y estaba sudando y lleno de mierda. Menudo despliegue. Menos de 4 horas en total. Muñones viene por el pasillo sonriendo. Le gusta todo esto, al jodío.
-¿Has comido, Muñones?
-No, aún no, ahora bajaré al bocadillo.
-Si me llevas a un sitio bueno, te invito yo.
-Eso está hecho, cojones.
Fuimos a asearnos un poco y bajamos camino a recepción. Montse Truosa estaba sentada a un metro de su ordenador nuevo, flamante, de su nuevo teléfono IP con pinganillo bluetooth. Lo miraba todo con horror.
-¿Te gusta?
-¡Yo no sé usar todo esto!
-¿Y?
-¿Cómo voy a trabajar? ¿Qué tengo que hacer con… eso?- me dice señalando su ordenador. Rebusco entre los cartones y al cabo de un momento encuentro lo que busco.
-Mira, aún me queda faena de configuración aquí, pero te puedes ir leyendo esto atentamente mientras tanto-, y le entrego ceremoniosamente el manual del teléfono.
-¿Y me lo tengo que leer entero?
-Sólo la parte que esté en tu idioma favorito. Ale, hasta luego, me marcho a comer.
Muñones me alcanza y nos dirigimos a la puerta. En ese momento vuelven los jefazos con un saludable tono rojizo de mejillas. Al, mi compañero del alma, al verme alza mucho los brazos y grita:
-¡Wardog bueno amigo! ¿Qué tal va la cosa?
-De puta madre. Ya está todo instalado. Ya puedes reunirlos y ponerte a entrevistar a ver cómo les organizas tus cositas de jerarquías y polladas, porque aún me queda faena de configuración.
-Có… ¿Cómo que ya está todo instalado? ¿En una mañana?
-Todo. Aquí mi amigo Muñones es el único que vale la pena en toda la puta empresa. Ya le puedes subir el sueldo porque es un crack-. Muñones enrojece.- Me ha ayudado a cablear y a enchufar todo. Y la gente de la oficina es muy maja. Se han ofrecido voluntariamente a sacar los ordenadores viejos y a subir los nuevos. Se les ve con ganas.
Mateo Iatevi me mira con cara de desconcierto.
-¿Que la gente de la oficina ha hecho qué?
-Han sacado los ordenadores de la empresa y han metido los nuevos. Incluso los suyos- les digo señalándoles rápidamente con mi dedo de señalar.- Son la leche.
-No me lo creo. Son más perros que taco.
-Ahí le tengo que dar la razón. He tenido que esforzarme mucho para motivarles.
-¿Motivarles?- pregunta Al con más miedo que curiosidad.
-Sí. Pero creo que están un pelín molestos. Por cierto, Al, un tema. A las 4 vienen los que nos recogen la informática usada para llevar al punto limpio.
-¿Y a mí qué?
-Que es tarde, que me voy a comer, y que los ordenadores están en los maleteros de la gente de la oficina.
-¿Y qué cojones hacen ahí?- brama Mateo.
-Por ponerlos en algún sitio. No sé, su gente es muy rara. Bueno, que me voy a comer. Vamos, Muñones.
Salimos y cuando se cierra la puerta, Muñones me da una fuerte palmada en la espalda y después de una carcajada que le salía del centro mismo del pecho me dice:
-Dicen por la empresa que hay un jefe que es un hijo puta, pero si se refieren a tí, ¡tú lo que eres es un cabrón con pintas!
-Hago lo que puedo, le digo con una sonrisa torcida.
Me llevó a comer al típico asador en el que la pieza más pequeña de carne corresponde a un mamífero completo del tamaño de un niño pequeño. Impresionante lo que pudimos comer. Durante la comida me contó que él se dedica al mantenimiento en general de la empresa, que es el manitas oficial. Se le nota, le confirmo. Me informa de quién está bien mirado y quién no, y de que la gente está más bien mosqueada por tanto cambio en tan poco tiempo.
Me hago el loco y le doy más información de la que necesita para que tranquilice a la gente de fábrica y me vaya consiguiendo aliados o desmintiendo que sea un demonio. Después del café nos volvemos a trabajar. Yo me meto con la centralita y le indico a Muñones qué tiene que hacer con los teléfonos, pues se empeña en ayudarme en lo que pueda. Configuro el servidor de dominio y llamo a MKII para que se concecte y vaya creando cuentas de usuario, ya que tiene la lista de personal.
Mientras, yo voy uniendo equipos al dominio e instalando hardware adicional. Al final del día nadie había podido trabajar, pero Muñones y yo estábamos fundidos pero habíamos acabado con todo lo básico. Todos los equipos de la oficina unidos al dominio, cuentas de usuario creadas y documentadas en mi correo por MKII. Montañas de cajas de cartón se amontonan en todos los despachos. Me despido de Muñones, que está loco por irse a ver el partido de fútbol. Me invita, pero declino. El fútbol no me gusta. Brainrotten $ Fugue tampoco.
En vez de eso me dirijo con paso cansino a la sala de juntas. Abro la puerta sin llamar, inconscientemente y una nueb de humo de tabaco me atiza nada más entrar. Ni me había acordado del tabaco en todo el día.
-Buenas-, digo mientras me derrumbo en la silla.
-¡Wardog! ¿Cuándo estimas que podremos tener los sistemas en funcionamiento?- me pregunta Al y me guiña un ojo.
-Hace media hora que funciona hasta la última cuenta de correo. Mañana instalo ERP. Espero tener los parámetro de configuración ya. ¿Porque están, verdad, Al?
-Me temo que no. Llevamos todo el día trazando un plan de ataque.
-Ya veo. Una, dos, cuatro, seis, ocho… el hígado desde luego atacado está-. Me levanto y me pongo un vaso con hielo y ron.- Joder. Y del bueno.
-Ya tenemos un esbozo de…
-De cojones, Al, tienes un esbozo de puta madre. Menuda melopea. Yo me voy en taxi.
-No, si estoy bien. ¿Cuánto tardas en instalar el ERP?
-Una hora.
-Esta noche preparo las jerarquías y mañana te la paso para que configures los permisos.
-¿Y las funcionalidades a instalar? ¿Me lo va a explicar alguien o me lo invento?
-No hombre, eso lo hacemos sobre la marcha.
-Sobre la marcha. Bien-. Le doy un trago al ron. Lo mantengo en la boca un momento, saboreándolo. Es cojonudo. Me quedo mirando a Al. En silencio.
-¿Wardog? ¿Pasa algo?
-No, luego te lo cuento-, contesto y le doy otro sorbo al ron. – Si me disculpan, estoy muy cansado. Me voy a descansar, les dejo que cojan un esbozo monumental. Al, dame las llaves del coche.
-¿Para qué las quieres?
-Para que no te mates.
-Pero tú también has bebido.
-Tendrás poca vergüenza, canalla. Yo me voy en taxi, melón. Me aseguro de que tú te vayas en uno cuando acabes.
-Gracias, mamá… – dice riendo y me entrega el llavero.- No me esperes despierta para arroparme…
-Descuida. Hasta mañana.
Bajo las escaleras y Montse sigue leyendo el manual a la luz de un flexo. Ya es tarde. Le digo «hasta mañana» con descuido pero me llama cortésmente.
-Wardog… disculpa…
-Dime.
-Oye, ¿de verdad la centralita esta puede hacer todo lo que pone en el manual?
-Claro, por eso está en el manual, mujer.
-Increíble.
-¿Te gusta?
-¡Me encanta! Esto… gracias, oye. Al final no serás tan capullo como parecías. Hay que cogerte el punto.
-Quieta, vaquera. Te recuerdo que el que te mola es el gominas.
-Grmfls…
-Vale, y te reconozco, entre nosotros, que soy un desastre aceptando cumplidos. Hasta mañana.
-Hasta mañana.
-Montse, por favor, ¿podrías estrenar tu centralita llamándome a un taxi?
-Claro.
-Gracias.
Salgo al aparcamiento y voy al coche de Al. Abro y recojo su abrigo y su maletín. Me fijé que en la sala de juntas no lo tenía. Lo recojo y salgo a la acera. Al poco llega un taxi que me lleva al apartamento. Al llegar vacío la cartera de Al y dejo el contenido en el mueble de la entrada. De mi maleta saco un trozo de alambrey hago un gancho que cuelgo de la parte superior de la puerta de entrada, mirando hacia afuera. Cuelgo el abrigo de Al y dejo el maletín en el suelo. Y la llave por dentro.
Me preparo la cena, llamo a casa, me pongo a leer un buen libro en la cama y desvío las llamadas de mi móvil de empresa al móvil de Al. Al poco me entró la torta y me fui a dormir. A las 3 de la mañana me despertaron golpes en la puerta. Un Al borracho como una cuba golpeaba desesperado la puerta.
-¡Wadooooogggg! ¡Abbbrreee jodeeerrr! ¡Que hace fríiooooo! ¿Estás shordoo o qué?- más golpes. Silencio.- ¡Jodeeeer! ¡Deja de comunicar ya! ¿Qué coño haces con el telééfono? ¡Wardoooog!- Silencio. ¡Golpetazo!- ¡Pues sabesh qué! ¡Me voy a otro hotel! ¡E informaré a $Hyperboss de esta jugarreta! ¡Ya verás qué risa!-. Silencio otra vez. Golpes.- ¡Wardooooog!
Al final me apiado de él. Cojo el teléfono y le escribo un mensaje que rezaba: «Más te vale que dejes de gritar antes de que venga la policía. Ponte a trabajar.» Enviar. Espero. ¡Turut!
-¡Wardoooooog! ¡No me jodaaaaas! ¡Que yo soy el jefeeeee aquíiii! ¡Abre bastardoooooo! ¿Dónde está mi dinero? ¿Y mis tarjetas? ¡Que tengo al taxista esperandoooo!
Me levanto, cojo diez euros de la mesita y los paso por debajo de la puerta. Doy dos golpes en la puerta y me vuelvo a la cama.
Me arrebujo bajo las sábanas y me duermo con una sonrisa. No hay que se tan cabrón como para dejar sin cobrar a un pobre taxista.