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  • Sin publicidad

    Me he cansado de poner publicidad para costear los gastos del blog. Puedo asumirlos por mí mismo. Hago esto por diversión.

    Pero si te apetece pagarme una cerveza, aquí tienes un botón:

  • ¡Cómprame un libro!

    320 páginas de celulosa no retroiluminada vintage con lo que hay aquí y el final de "Un nuevo mundo". No necesita baterías y funciona con casi cualquier luz visible.

    Aviso: El papel puede cortar. Consideradlo una feature de ataque a lusers.

  • Buen leer

    El increíble viaje del faquir que se qeudó atrapado en un armario de IKEA,d e Romain Puértolas

    El último pasajero, del maestro Manel Loureiro

    Tengo una pistola, de Enriqe Rubio

  • Hola otra vez

    Eso que dicen de que el día que te casas es un día muy especial, es verdad. Y mira que yo no era partidario del matrimonio. Pero la verdad es que disfrutamos como enanos.

    Ya desde por la mañana fueron llegando familiares y amigos al hotel y fuimos juntándonos en torno a una cerveza y pudimos charlar tranquilamente. La verdad es que yo no estaba nervioso ni nada, mirusté. Comimos a tragullones porque llegaron los fotógrafos esos que te persiguen a todas partes y había que empezar a hacer el paripé. La suerte es que eran muy majos y muy profesionales, aunque yo hubiese preferido las fotos de los colegas y de la familia nada más, pero la verdad es que el trabajo que hacen estos profesionales es cojonudo.

    Luego vino el momento de montarse en el coche camuflado e ir a la iglesia a esperar a la Chuchi. La gente fue llegando a la iglesia e iba saludándolos como es preceptivo. A la hora convenida mas 15 minutitos, ya suena la marcha nupcial y entra la Chuchi enganchada por el brazo a su padre. Qué cosa más bonita, oye, lo guapa que iba mi señora esposa. Esposa. Anda que no suena raro…

    La ceremonia fue la leche. El cura un cachondo del quince, con momento Pepe Viyuela incluído, tiró el librito, el ramo, el micrófono… Al salir, como no esperaba menos, diecisiete toneladas de arroz y catorce de confeti. Nos costó bastante desenterrarnos, la verdad. Y eso que mi hermano abrió un bote de confeti del revés y le estalló en la tripa…

    Y ya el banquete fue el despiporre. No éramos muchos, la verdad, no queríamos tener en el banquete a gente que no conociésemos. Risas, cánticos, bailes… La verdad es que las dos mesas centrales en las que estaban los amigos de siempre y algunos nuevos armaron un escándalo épico. La fiesta se extendió a los balcones que daban a los jardines del hotel donde lo celebramos.

    Cortada la tarta, a bailar, oiga. Nosotros abrimos el baile y ya no paró en toda la noche. Barra libre que tuvimos que ampliar porque la gente estaba disfrutando como vacas. Creo que bailé hasta con el camarero y eso que era clavaito a Bernardo Marín.

    Una vez borrachos, cansados y afónicos (los amigos es que lo dan todo en la bodas, la madre que los parió), fuimos a armarla un poco por el hotel. Una amenaza velada del guardia de seguridad de llamar a la policía si nos acercábamos un poco más a la piscina nos hizo retroceder y armarla un poco por el hotel. No valió que uno de los que me llevaba a hombros dijese que no llamase, que ya estaba él, que es guardia civil.

    Dos energúmenos que nos acompañaban recolectaron todas las macetas de los pasillos de dos plantas y las mandaron de paseo en los ascensores, vaciaron los cestos de caramelos de recepción… Lo típico, vamos.

    Al día siguiente, a comer con los amiguetes y vuelta a casa a morirnos un poco, que estábamos reventados totalmente.

    A los dos días, al aeropuerto y a Bali. Si alguien está pensando en ir a esa isla, que no se lo piense, que vaya de cabeza y que hable antes conmigo que le recomiendo un guía bastante bueno. Una luna de miel genial. Paisajes de película, gastronomía excelente, una atención por parte de todo el mundo excepcional; una cultura rica llena de influencias de mil sitios; arte, espectáculo y calma. Mucha calma, que falta nos hacía a los dos.

    Un detalle: conducen de puta madre. Hay chopocientasmil motos, cohes y camiones por las carreteras. Las carreteras son super estrechas excepto en las ciudades grandes Y NO HAY ATASCOS. Si me lee alguien de la DGT, por favor, que se traigan a 50 balineses, les enseñen a conducir por la derecha (allí circulan por la zurda) y que los suelten en los puntos de entrada a Madrid. En cinco minutos disuelven los atascos que ni el Kalia ese. La madre que los parió. Una carretera de cinco metros de ancho se convierte en vía rápida, autopista de cuatro carriles y circuito de velocidad cada veinte segundos. Te digo yo que a estos los sueltas aquí y aprovechan hasta el guardaraíl.

    En fin, una boda para mi gusto perfecta. Todo el mundo se fue contento y se divirtió de lo lindo. Aún hoy me consta que se sigue hablando de la boda, fue una fiesta consecuente con el motivo.

    ¿Killminds? Para la siguiente entrega. ¡Gracias por esperar!

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