Tras el viaje interdimensional, los cuatro guerreros se encontraron en una explanada con el suelo de tierra. La luz era gris y no tenía un origen visible, era una claridad lechosa que desorientaba al grupo.
La extensión del suelo parecía infinita, hasta confundirse con el horizonte.
Se miraron unos a otros atemorizados. Nada se oía. No había viento. Ni olores en el aire. Ni un punto de referencia, ni una sola imperfección en el pavimento. Nada.
Lucky, el más veterano desenvainó una de sus diecisiete espadas, cercionándose de que aún le quedaban otras dieciséis envainadas y se puso en guardia. Los demás le imitaron. Fica se puso y se quitó sus anteojos mágicos catorce veces seguidas. Monejo se ajustó los guanteletes mientras Tina afinaba sus poderes de confusión mental.
De repente, la claridad lechosa del ambiente comenzó a cambiar a distintas tonalidades de color. De rojo a verde, luego amarillo, luego azul. Las luces formaban torbellinos silenciosos y desconcertantes. Lucky se dedicó a contarlos. Trescientos veintiséis. Fica cambiaba sus anteojos cada vez que veía un color nuevo. Monejo vio un color que no conocía y lo apuntó en un libro. Tina sonreía y dejaba caer su baba por la comisura de los labios.
Apretaron las espaldas unos contra otros. Lucky contó las espaldas.
En la lejanía, a una distancia que no pudieron determinar, ni siquiera usando los cuarenta y dos anteojos mágicos de fica a la vez, apareción un punto que se acercaba.
En menos de un pestañeo el objeto se plantó ante ellos. Era grande y de aspecto metálico. Unos tentáculos mecánicos oscilaban alrededor del núcleo central. Luces de colores brillaban alternativamente en la parte superior del objeto, en sintonía con las luces que oscilaban en el aire.
El objeto comenzó a emitir sonidos extraños y sin sentido, como un chirrido inarticulado que sin embargo tenía dejes de palabras humanas.
Sin previo aviso, el objeto desplegó un tubo al tiempo que se elevaba en el aire. Los cuatro guerreros se pusieron en guardia. Lucky lanzó una daga que no acertó en el objetivo y se puso a contar las que le quedaban. El resto retrocedió unos pasos.
Del tubo salió un haz de luz que se expandió hasta formar un cuadrado perfecto en el aire. En el cuadrado comenzaron a formarse imágenes rápidamente. Imágenes de ellos mismos ejercitando sus artes de guerra y acto seguido, ellos mismos con habilidades inconcebibles, maravillosas. Habilidades que les sorprendieron e hicieron que se acercaran a las imágenes intrigados y emocionados.
Mientras tanto, el objeto con tentáculos seguía emitiendo chirridos.
-¡Muestranos el camino!-Dijo Fica poniéndose unos anteojos distintos.
El objeto emitió un chirrido interrogativo. Osciló levemente adelante y atrás. En la pantalla etérea se volvieron a emitir las imágenes, mucho más despacio, mientras que, sobreimpresas en las imágenes aparecía explicaciones en perfecto castellano acompañadas por los chirridos del objeto volador.
Los cuatro guardaron silencio.
-¿Puedes repetir?- Solicitó Tina.
El objeto dio dos vueltas en el aire y, con un chispear eléctrico intermitente borró la pantalla de nuevo. Les mostró imágenes ralentizadas de ellos mismos, con los subtítulos sobreimpresos y para cada nueva habilidad, un esquema con ideogramas infantiles y música de piano.
Los cuatro comenzaron a dar vueltas a la pantalla, interesándose por el curioso efecto de estática que producía en el aire. Fica intentaba ver el aire. Monejo buscaba en su libreta velozmente datos parecidos. Tina babeaba.
El objeto se esforzaba por mantener la pantalla frente a ellos. El esfuerzo le provocó varios cortocircuitos y las chispas manaban de su carcasa pulida.
-¡Bah!¡Esto no vale para nada!
-¡Yo no sé hacerlo!
-No se ve bien.
-Yo me lo apunto.
-No me gusta.
-Se tarda mucho en hacer un triple combo con patada y gancho de izquierdas.
-He perdido una daga.
-Bah, yo paso, antes ya era lo bastante hábil para ganarme la vida de guerrero.
-Yo también seguiré como antes.
-Y yo.
-Y yo.
El objeto silbó agudamente. En lontananza se divisó una nube de polvo y comenzó a escucharse un feroz galope. Un enorme perro de guerra se paró a un palmo del grupo. Respiraba agitadamente, tenía los ojos inyectados en sangre y chirriaba los dientes mientras gruñía. El objeto articuló unos chirridos. El perro abrió las fauces y rugió como un dinosaurio. Se abalanzó sobre el grupo, y pese a la inútil resistencia, los abatió uno por uno despojándoles de sus armas. A Lucky le quitó todos las armas que portaba, que no eran pocas. A Fica le retiró sus anteojos. A Monejo sus apuntes y los guanteletes de escritura inconsciente. Incluso se llevó la baba de Tina. Todo lo hizo desaparecer.
Después se marchó como había venido.
El objeto flotante comenzó de nuevo con su retahíla de enseñanzas y los cuatro se sentaron a aprender y a practicar las nuevas habilidades.

De El Libro de las Enseñanzas o «El día que vinieron a implantar la nueva aplicación en contabilidad, no hacían ni puto caso, querían seguir usando lo viejo y les quité los permisos de acceso al sistema que hemos sustituido.«

Cagonlalecheputaylamadrequelosparióatós.