Ir de tiendas es divertido. Atender a las que venden no. Por alguna razón que no alcanzo a entender, su cerebro funciona incluso más despacio que los habitantes de la central de Killminds.

Estoy depurando una teoría que estipula que la velocidad de proceso de un cerebro que trabaje para killminds es inversamente proporcional a la distancia que le separa de la central. Me falta investigar un poco, hacer pruebas y tal, pero creo que va a así.

A parte de lo básico que debe hacer una dependienta de Killminds, que es mandarte un mensaje por messenger diciendo que no puede encender el ordenador o que no tiene conexión a internet, o bien preguntarte por qué coño cuando se ha ido la luz se ha apagado el ordenador.
Bien, una vez que cumplen estos requisitos (lo han hecho casi todas) es hora de subir el nivel.

¡Bimbambidubidubi!¡Bimbambidubidubi!

-Sistemas…
-Hola, soy de la tienda de Donkeycity. Wardog, tenemos un problemón.
-Yo tengo varios. Te cambio el tuyo por uno mío.
-¿Eh?
-Nah, déjalo, dime el tuyo.
-Ayer hice caja.
Parece angustiada.
-Aham. Buena chica.
-Y me falta dinero.
-Bueno, algún cambio que diste mal, supongo.
-No, no, no… es que es más….
-¿Cuanto?
-Ochenta y cuatro millones de euros.
-Espera un momento.
Dejo el teléfono en la mesa y salgo a recojer mis cojones del suelo. Lo que me pude reír.
Miré las ventas del día anterior y enseguida salió el culpable. Un precio desorbitado para un artículo. Tan desorbitado que era igualito que un código de barras.
-A ver, alma de cántaro. Te explico. Tú lees el código de barras del artículo.
-Sí.
-Cuando un artículo, por lo que sea, no tiene precio de venta al público, sabes que debes mirar la tarifa.
-Sí.
-Y escribirlo.
-Sí.
-Y que no puedes leer un código de barras cuando el cursor está en la casilla del precio.
-¿Ah, no?
Clic.

Luego están las de los presupuestos. Una tarea ardua y complicada.
¡Bimbambidubidubi!¡Bimbambidubidubi!
-Gamelooooo…
-Wardog, soy de la tienda de Dorkcity mira, que se me ha cerrado un presupuesto.
-¿Él solito?
-Sí.
-Imposible. Un presupuesto sólo se cierra cuand el usuario, en su defecto el simio más parecido al hombre que esté al mando, dice que lo cierre.
-Yo no he hecho nada.
-Pero yo sí. Yo he hecho tu programa y sé cómo funciona.
-Enséñame qué haces. Haz un presupuesto ficticio y cobras como haces siempre, a ver si se cierra solo.
Se lía a hacer un presupuesto ficticio, por probar. Acojonantemente, mete más de veinte líneas. Así por probar.
Pasa a cobrar el importe. El programa muestra un mensaje y dice de viva voz que el importe que ha introducido es suficiente para liquidar el presupuesto, y que si quiere cerrarlo.
Alegremente pulsa en el «Sí»
-¿Ves?¡Ya está cerrado!
-Oye, Pupas, así, por preguntar. ¿Últimamente follas mucho, verdad?
-¿Cómo?
-Dicen que demasiado sexo nubla la vista. ¡PERO TÚ HAS VISTO LO QUE DECÍA EL MENSAJE!
-¿Qué mensaje?¡Aquí no ha salido nada!
-Joder, que te estoy viendo.
-¿Esa pantallita que sale?
-Sí. Y la mujer que te habla dentro del ordenador.
-¡Ah! ¡Eso! Nunca le hacemos caso, siempre damos al «Sí».
-Te lo he dicho muchas veces. Por favor. Castra a tus hijos. No los mates, pero cástralos. Que tu semilla no se extienda por la faz de la tierra. Por favor.
Hija de puta…

Y para remate, la encargada de las tiendas. Rasillona. La que cada vez que abre la boca sube el gasoil y se recrudece el integrismo islámico.

Me llega la muy… ella, y me suelta una carpeta llena de presupuestos en la mesa.
-Mira esto, Wardog, que aquí hay un problema.
Miro cinco o seis presupuestos.
-¿Dónde?
-Mira – y me enseña el primero de ellos-. ¿Qué te parece?
Examino una vez más el presupuesto, con más detenimiento, en busca de algo raro. Todo bien.
-No veo nada. Dime qué pasa.
-Que está muy bien hecho.
Me planteo arrancar el radiador de la pared para agradecerle tal pérdida de tiempo. La miro. Bufo. Me mira y se asusta, se pone a revolver papeles. Me da otro presupuesto. Lo miro y lo remiro intentando contener el pulso. Y el impulso.
-Hala, dime qué le pasa a este.
-Mira, no aparecen estos dos campos.
Me señala dos campos que efectivamente no aparecen en el segundo presupuesto. Son campos que se rellenan cuando hay que contratar a personal externo para que haga algún tipo de arreglo al producto que compra el cliente, o bien hay que instalárselo. En esos campos se especifica qué hay que hacer.
-Ahora, Rasillona, dime tú. ¿Qué hiciste cuando rellenaste este presupuesto que no hiciste cuando rellenaste éste otro?- Le espeto agitando alternativamente un papel y otro.
-Em…- se chupa el dedo índice – em… ¡ya me acuerdo! -grita con voz de triunfo.
-Dime, dime, que me tienes en ascuas.
-En el primero estuve un buen rato escribiendo lo que había que hacer y lo que había que instalar.
-¿Y en el segundo?
-No, en el segundo no, porque tenía mucha prisa.
Flipante. Paciencia, por favor, paciencia. Una mierda. Arreo un manotazo en la mesa que tumba los altavoces y el termómetro de sobremesa. Pongo la voz de ogro. La Rasillona recula sorprendida. Habitualmente soy afable, ácido y siempre sonrío. Estos arrebatos causan un efecto curioso.
-¿PUES ENTONCES CÓMO COJONES QUIERES QUE TE SALGA ALGO QUE NO HAS ESCRITO, SO CRETINA!
-Yo… por eso… venía para que hicieses una plantilla que… que… que aunque no escribas nada… pues deje un espacio en blanco para escribirlo a bolígrafo luego y…
-¿A BOLÍGRAFO?Y LUEGO SE LO LEES AL MONITOR POR LAS NOCHES EN PLAN CUENTO PARA QUE SE ACUERDE, ¿VERDAD?
-Claro, es que si lo rellenamos a boli no pasa al ordenador, ¿verdad?-risita nerviosa.
Hago un churro con los papeles, se los meto en la carpeta y se la entrego. Me pongo a teclear en el ordenador.
-Tira, tira de aquí. O lo rellenas o lo rellenas.
-Bueno, yo se lo voy a comentar al Boss, a ver qué le parece lo de la plantilla y….
Dejo de teclear y la miro. Respiro hondo. Pena.
-Adelante. Confírmale al jefe lo que ya sospecha. Cúbrete de gloria.
Cuando, media hora después salí del trabajo, pasé por delante de la puerta del Boss. Y no me hizo falta ni arrimar la oreja. Se oía en perfecto sensurráun la bronca que le estaba echando.
Mola.