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  • Sin publicidad

    Me he cansado de poner publicidad para costear los gastos del blog. Puedo asumirlos por mí mismo. Hago esto por diversión.

    Pero si te apetece pagarme una cerveza, aquí tienes un botón:

  • ¡Cómprame un libro!

    320 páginas de celulosa no retroiluminada vintage con lo que hay aquí y el final de "Un nuevo mundo". No necesita baterías y funciona con casi cualquier luz visible.

    Aviso: El papel puede cortar. Consideradlo una feature de ataque a lusers.

  • Buen leer

    El increíble viaje del faquir que se qeudó atrapado en un armario de IKEA,d e Romain Puértolas

    El último pasajero, del maestro Manel Loureiro

    Tengo una pistola, de Enriqe Rubio

  • ¿Qué pasaría si en la calle hicieran lo que en la oficina?

    Que los mataban, fijo. Imagináos.

    Va Lucky en su coche y en un semáforo se para. Se baja del coche, abre el depósito de la gasolina, saca un tubito y un cubo del maletero y se pone a extraer toda la gasolina del depósito pacientemente. Y detrás una cola impresionante de gente.
    El semáforo se pone en verde.
    -¡Muévete hijo de putaaaa!
    -¡Y súbete los pantalones tio hortera!
    A lo que Lucky, sin inmutarse, contestaría;
    -Escuchadme un poquito, ¿me estáis escuchando?.
    Silencio en la calle. Lucky vuelve otra vez.
    -Escuchadme un poquito, escuchadme. ¿Mestáis escuchando?
    Pasa una bola de paja rodando. El semáforo vuelve a cambiar a rojo. Caras de asombro.
    -Escu…
    -¡¡Que te estamos escuchando desde el principio, tio raro!!
    -Es que tengo que sacar toda la gasolina a ver cuantos litros tengo.
    -¿Y te tienes que parar en el puto medio de la calle para eso?
    -Claaaro, porque es que no sé cuánta me queda, y si no sé cuánta me queda no sé si voy a llegar a casa con el coche.
    Silencio sepulcral. Se paran todos los motores de cincuenta coches a la vez. Los conductores se miran entre ellos. Y con un grito animal se lanzan en turba sobre Lucky y lo asan a puñetazos al grito de:
    -¡Toma cabrón! ¡Toma! ¡Pa que aprendas a mirar la aguja del combustible! ¡Toma! ¡Toma!
    Sin embargo el tí o en la oficina aún se atreve a sacar todos los bolígrafos de una caja antes de darte uno cuando más prisa llevas y no te lo puedes llevar hasta que el señor no está seguro de que sólo te llevas uno de los 234 bolígrafos de le quedan. La paliza no se la lleva, pero el silencio sí que lo provoca.


    Claridad Divina va a un bar. Pide una cerveza de botellín y una copa. El camarero le pone la cerveza y una copa vacía.
    Claridad sujeta la copa con una mano. Saca la lengua por la comisura de los labios. Engancha el botellín y alzándolo a toda hostia a la vez que lo pone boca abajo, lo introduce de golpe en la copa hasta el fondo, haciendo que salten tresmil pedazos de copa mojados en cerveza.
    El camarero se queda mirando estupefacto.
    -No… no se preocupe, le pongo otra.
    -¡Gracias!
    Le pone un botellín y un vaso de tubo.
    Claridad agarra el vaso. Engancha el botellín, lo da la vuelta en el aire y lo mete en el vaso hasta el fondo. El vaso casca y la cerveza se derrama por toda la barra. Claridad pone gesto de disgusto.
    -Oiga, camarero, estas copas son una mierda, ¿eh?
    -Lo… lo siento, señora, no se preocupe, le pongo otra.
    El camarero le pone otro botellín, y un vaso para whisky. Recio.
    Claridad Divina se coge el botellín. Lo alza a la velocidad de la luz, le da la vuelta y arrea una hostia del quince al vaso de whisky. El vaso aguanta estoicamente. Los clientes se la quedan mirando. Claridad sonríe mientras cae la cerveza. Pero como resulta que el botellín está completamente boca abajo, lo saca tan rápido
    como lo metió, empapando de cerveza medio local y lo vuelve a meter en el vaso tan rápido como lo ha sacado, partiendo el vaso y el cuello del botellín.
    El camarero ya no puede más.
    -¿Estás loca o qué coño te pasa?
    -Es que estos vasos son una mierda y la cerveza no sale del botellín. ¡Arréglemelo!
    -¡Ha roto tres de la misma manera!
    -¡No eran iguales!¡Los vasos eran distintos!
    El camarero agarra el jamonero y de un tajo le rebana una mano. Agarra la máquina del café y batea la cabeza de Claridad de tal manera que acaba rebotando contra la tragaperras. Así, sin pan ni nada.
    Los clientes aplauden mientras el camarero resuella: «Japuta…. japuta….»
    Y sin embargo nadie la mata cuando hagas o que hagas y le expliques las cosas como se las expliques la señora se cepilla la facturación del mes en curso por un «fallo del programa».


    Pollamboca va a la lavandería a que le tinten unos pantalones vaqueros.
    -Buenosh díash, que venglo a que me tintesh losh pantalonesh.
    -Muy bien, señora, déme la prenda que la pasamos ahora mismo al tinte.
    -No me flío. Yo entro a ver clomo lo hacesh.
    -Señora, usted no puede entrar. Es tóxico y no le podemos dejar pasar.
    -Vale vale, puesh como me jodash losh pantalonesh ya verásh.
    -No se preocupe, señora, somos profesionales.
    -Venga, date prisha que tengo muchash closash que hacer.
    -¿Que… que los quiere ahora?
    -Puesh claro, que parecesh tonta.

    Total, que la dependienta le coje los pantalones, los pasa a la sección de tinte y se vuelve al mostrador. Y allí está pollamboca, de pie. Mirando al frente.

    -Em… Señora… vuelva usted en 20 minutos si tiene que hacer.
    -¡NO!Yo me quedo aquí porque shi no haceish una chapuza, segluro.
    -Como quiera…

    20 minutos después salen los pantalones. Se los da a Pollamboca. Ésta que los revisa, los saca, los mira y los remira. Se va a su casa después de haber pagado y haberse quejado de que la bolsa es de un color muy feo.

    Media hora después vuelve a la tintorería con una bolsa de colorines, se salta la cola de gente que hay esperando para ser atendida y a voz en grito se encara con la dependienta.

    -¡A ver tlú!
    -Dígame, señora.
    -¿Qué le habéish hecho a mis pantalonesh?
    -Teñirlos, como usted dijo.
    -¡Mira!- dice al tiempo que saca de la bolsa una falda vaquera raída y hecha polvo.
    -Señora, que eso es una falda.
    -¡Que no!¿Me eshtash llamando tonta?¡Estosh shon mish plantalonesh!¡Me losh habéish jodidlo!
    -Oiga, señora, que eso es una falda y nunca ha pasado por esta tintorería y…
    -Shi hombreee… ¿y esta bolsha de donde esh?
    -Pues ahí pone Frutas Apolonio. Y se está usted pasando de la raya.
    -¡Puesh es la bolsha que tú me hash dado!¡Mira los pantalonesh!-grita arrojando la bolsa a un lado y agitando la falda- ¡Me losh habéish quedado hechosh puré y encima con una sola pernera!
    -Señora, debo pedirle que salga del establecimiento.
    -¡Y una mierdla!¡Quiero que me dejesh losh pantalonesh como eshtaban!¡Que tú no sabesh con quien estásh hablandlo!
    Dicho esto, los clientes se engancharon a los percheros y le dejaron el cráneo para guardar las monedas sueltas y el tabaco, la dependienta agarró una plancha y le hizo picadillo las piernas sin siquiera desenchufarla. Luego la dependienta entró en un estado catatónico en el que sólo se la podía oír decir «Matadlamatadlamatadla».

    Pero la muy cerda sigue viva aunque me discuta mil veces que si cambio A por B en la base de datos, es imposible que toque Z, pero imposible del todo.

    Cagontó.

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