Como hace tiempo que ya vivo con Chuchi, ahora soy también padre adoptivo de T.J. y le he cedido mis apellido.
Pero nos ha surgido un problema. Que tanto Chuchi como yo, nos fijamos en la sonoridad del apellido y con el nombre del perro hay un problema.
Su nombre era Trufo Trancón Checa. Decidlo rápido.
TrufoTranconCheca ¡chuchuuuuuuuuu!
Parece un tren.
¿Y que hacemos?¡Se van a reir de él en el colegio de perros!
Espera, ¡se pueden cambiar los apellidos!
Vale. Trufo Checa Trancón. Decidlo rápido.
Tampoco. Parece que dices «¡Trufo se atrancó!»
¿Solución? Rebautizar al perro.
Ahora se llama Trufo José Trancón Checa, pero claro, no puedes ir por la calle a voz en grito llamando así al perro porque la gente te mira raro. Así que, para los amigos, T.J., y en casa y en el cole, Trufo José.
¡Ya no se pueden reír de él!
Y ahora recuerdo por qué no me gustan los nombres compuestos para chicos 🙂

Me encantan los fines de semana en los que lo único que haces es algo así:

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Que cuente cinco rarezas, dice Súcubo. Con lo normalito que yo soy… Uno:No me puedo levantar cuando suena el despertador. En la vida he podido. O me levanto antes o después. Y no puedo dejar de ponerlo por la noche, pero siempre acaba sonando una media de 8 veces, cnel consiguiente cabreo de quien duerma […]

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