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  • Sin publicidad

    Me he cansado de poner publicidad para costear los gastos del blog. Puedo asumirlos por mí mismo. Hago esto por diversión.

    Pero si te apetece pagarme una cerveza, aquí tienes un botón:

  • ¡Cómprame un libro!

    320 páginas de celulosa no retroiluminada vintage con lo que hay aquí y el final de "Un nuevo mundo". No necesita baterías y funciona con casi cualquier luz visible.

    Aviso: El papel puede cortar. Consideradlo una feature de ataque a lusers.

  • Buen leer

    El increíble viaje del faquir que se qeudó atrapado en un armario de IKEA,d e Romain Puértolas

    El último pasajero, del maestro Manel Loureiro

    Tengo una pistola, de Enriqe Rubio

  • Superación bicúbica

    Los días pasan. Uno se hace a la rutina. Y lo que tiene la rutina es que al final hace callo y lidias con las gilipolleces de tal manera que uno ya casi ni pestañea cuando le dicen que no encuentran un pedido del doce de diciembre de dosmil doce que no han picado. Sólo $Deity conoce los recónditos vericuetos que rigen el raciocinio de un luser.

    Ya uno, en su vasta experiencia, obvia que un contable no sepa hacer una remesa de pagos, que un comercial te pregunte a tí los precios. Es lo más normal. Mientras otras empresas se dedican a hacer expedientes de regulación, aquí se traen a un consultor y a unos cuantos gilipollas, que se ve que el índice de idiotez sigue estando lejos del nivel de implosión.

    Pero que me desvío del tema. Eso son problemas de la dirección. Que está torcida y se desvía hacia el absurdo. Decía, que uno ya casi no se sorprende ante las barbaridades que escucha por teléfono, así que todo va suave, el miedo se ha apoderado del que marca la extensión maldita, la del BOFH que grita, insulta y escupe. Pero no, aún son capaces de hacer el bestia. Mis chicos son así de eficientes.

    Resulta que me estoy fundiendo, con mucho trabajo y sufrimiento todas las matriciales que se empeñan en mantener. Un truco, por si a alguien le pasa es hablar con el $Boss. Además, me hicieron reponer la matricial a facturación, terreno de Bolindre y Lucy, para poner su láser bestiabruta en el departamento de diseño. Que no admita más que A4 y sea monocromo parece que no les importaba ni lo más mínimo. En fin.

    -Oiga, que tenemos que cambiar las impresoras matriciales por impresoras láser.
    -No.
    -Que sí.
    -¿No funcionan o qué?
    -Sí, el problema es que sí funcionan.
    -¡Lo tuyo es vicio! ¡Siempre comprando cacharritos! ¡Eres peor que un niño! ¡Siempre pidiendo juguetes!

    Llegados a este punto, mientras observamos cómo agita los brazos poseído por el dios de la urticaria, procederemos a argumentar.

    -Mire, las impresoras matriciales son caras.
    -¡No creo! Porque esas ya están pagadas y no cuestan más que el papel y la cinta esa que llevan.
    -Claro…¿Cuánto cuesta una caja de papel preimpreso? Me da a mí que bastante más que una de folios.
    -Sí, bueno, pero una láser de esas cuesta un huevo.
    -Que no… si es que todavía tiene usted más gastos con las matriciales. Cuando Bolindre y Lucy se ponen a facturar, se tiran tres o cuatro horas por la tarde, dos o tres veces por semana.
    -¿Y qué?
    -Que son horas extras. Paga semanalmente de doce a veiticuatro horas extras porque las matriciales son lentas. Eso sin contar el gasto de papel, porque se descuadran, se enrrolla el papel o lo que sea.

    Se me queda pensativo.

    -Joder. Venga, va, compra una impresora de esas.

    Hala. Entonces uno se va y mira la impresora mas adecuada para la gente de facturación. Y elijo una muy chula. Un montón de páginas por minuto, varias bandejas de alta capacidad y a prueba de imbéciles. O eso creía yo. Modifiqué los informes para que saliesen en A4, añadí los dibujitos que tenía el papel preimpreso y hala, a esperar que viniese el cacharro de marras.

    Un buen día, me llega el aparato. Me cojo una transpalet y me la arrastro hasta la oficina de Bolindre. La saco de la caja ante la expectacion del personal.

    -¡MadremíaTigre! ¡Esoesunanavespacial!
    -Casi. Es una impresora para vosotros. Uno, que es así de espléndido.
    -¿Y para qué queremos nosotros una impresora? Si ya tenemos- me dice Lucy, que está envuelta en una nube de aire turbulento, como si fuera la flama de la carretera un cuarenta y siete de agosto a las tres de la tarde, provocada, obviamente por su radiador submesero alimentado por energía nuclear.
    -Para imprimir las facturas, los albaranes y las etiquetas; las matriciales me las llevo.
    -¿Ypodemosimprimirtodosalavez?
    -Sí. La impresora saca lo de cada uno por una bandeja.
    -¿Ycuálsabemoscuáleslanuestra?
    -La que tenga lo que tú has mandado a imprimir.

    Silencio. Bolindre se palmea la frente al cabo de un rato dándose cuenta de mi infalible razonamiento. Termino de configurar la máquina, les indico el nombre de la impresora en la red y me marcho. Vuelvo a mi despacho y me pongo a trabajar en la intranet, que últimamente me va muy lenta cuando piden ubicaciones de todos los artículos, todos los tamaños, colores, pesos , de todos los almacenes y con ubicaciones detalladas.

    ¡Trimpititrin!¡Trimpititrin!¡Trimpititrin!

    -Sistemas…
    -¡OyeMayorarl! ¡Quesenoshaatascadolaturrrrbo!
    -Joder, ¿en dos minutos?
    -¡Yaves! ¡Estovaaserdelfusor!
    -Anda que no te gustan a tí los fusores ni nada…
    -Pueseso, ¡quenohemospodidoimprimirnadaporquesehaatascado! ¡Venteylomirasquestamosparaos!
    -Voy.

    Bajo pensando si me habré quedado puesto algún adhesivo en la impresora y por eso no sale el papel, cuando caigo en la cuenta de que no les he dejado puesto papel en las bandejas. Pero como ya han tenido una parecida, lo habrán puesto ellos. De hecho, se les ha atascado. No, no puede ser falta de papel.

    Abro la puerta de la oficina de Bolindre y lo primero que veo me recuerda a la obra de Kafka. La Metamorfosis. Una máquina reluciente, potente y hasta bonita, convertida en un engendero despiezado con puertas abiertas, bandejas sacadas y una retahíla de lucecitas parpadeando como un símil de las patas de la asquerosa cucaracha en que se transforma el señor Samsa.

    Me apiado de la pobre e inocente máquina y entro en modo Berserker. Al acercame paso de modo Berserker a modo incrédulo en menos de medio milisegundo. No me lo puedo creer.

    -A ver Bolindre. Ven para acá.
    -DimeMayoral.
    -¿Quién ha puesto papel a la impresora?
    -Lucy.
    -Vale, ya he terminado contigo. Lucy, ven para acá.
    -¿Qué pasa?
    -Dime, ¿por qué está abierta la puerta lateral?
    -Porque se había atascado y la he abierto a ver si veía el atasco.
    -Vale. ¿Y la puerta del tóner por qué está abierta?
    -Porque como estaba atascada, la he abierto por si se veía el atasco, pero ahí hay unas cosas muy raras y no he querido tocar.
    -Vale. Y ahora dime, ¿por qué están las bandejas del papel en el suelo?
    -Porque no me hacían falta.
    -Claro, claro, ya veo. Pedazo de animal.
    -¡Oye! ¡Sin faltar!
    -Definir no es insultar. Que lo sepas. Y ahora, pedazo de animal, dime cómo cojones te has podido apañar para meter el papel.
    -¡Uf! ¡Pues no veas tú lo que me ha costado! ¡Hasta que he encontrado por dónde meterlo! Es que las bandejas esas molestan un montón.
    -¡Pero cómo cojones has sido capaz de meter el papel contínuo por debajo y sacarlo por arriba! ¡Es que no es posible! ¡Bestia! ¡Bellota! ¡Animal de pezuña ancha!
    -¡Deja ya de insultar!
    -Que no te insulto, que te defino. Venga, ya quito yo esta mierda, pero una cosita. ¿Por qué cojones no has puesto folios?
    -Porque con los folios tengo que marcar más copias al imprimir, y con este papel se calca.
    -Ya veo. Además de bestia, torpe, vaga y gilipollas.
    -¡Vale ya! ¡Que le digo al jefe de personal que me estás «definiendo»!
    -Pues corre, y que venga, a ver si me he quedado alguna definición en el tintero, que ese se sabe muchas.

    Vaya panda. Vaya tela. Vaaaaaya tela.

    Año nuevo, mismos lusers.

    En nochevieja tengo la costumbre, como el común de los mortales de mandar un mensajito a la gente felicitando el año. No de esos que manda todo el mundo con chorraditas, sino uno que me salga a mí de… de donde siempre. El caso es que bueno, me daba pereza ir seleccionando de la agenda […]

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